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sexta-feira, 15 de março de 2019

¿QUIÉN FUE ELENA DE WHITE?


¿QUIÉN FUE ELENA DE WHITE?

Un día como hoy hace 188 años nació Elena Gould de White. ¿Quién fue esta extraordinaria mujer?

“Aquí están mis escritos; cuando me vaya ellos testificarán por mí.”[1]

Las palabras del epígrafe no podrían ser más acertadas ni más plenamente justificadas. Una persona que en el transcurso de su vida escribió 40 libros y más de 5000 artículos para revistas, y cuyos manuscritos pasados a máquina llegan a alrededor de 60,000 páginas[2], es una persona que ciertamente ha dejado huella, y huella profunda en el curso de la historia contemporánea. Lo asombroso del alcance de su obra en sus 70 años de ministerio es cuando se considera que ella fue obligada a abandonar por completo su educación escolar a los 9 años de edad, y que solo a partir de sus 17 años de edad, cuando inicia su ministerio como Mensajera del Señor, es que pasa a recibir educación celestial, por así decirlo, lo que explica la agudeza literaria de sus escritos sobre diversos asuntos, desde teología, profecía bíblica, consejos para la vida cristiana, salud, educación, y muchos otros, mientras que, a juzgar por su formación en este mundo, ella sería clasificada como semi-analfabeta. . 

Y decimos historia contemporánea, no sólo por el impacto de su vida y escritos en el mundo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, sino porque su influencia se extiende hoy por los cinco continentes a través de sus escritos publicados en más de 126 libros en inglés (incluyendo compilaciones hechas a partir de sus manuscritos), con numerosas traducciones a otros idiomas, como es el caso de los más de 80 libros publicados en español , y el hecho de que su libro Steps to Christ (El Camino a Cristo) ha sido publicado en cerca de 150 idiomas diferentes.

¿Pero quién fue esta mujer de tan prolífica y perdurable trayectoria? Elena Gould Harmon nació el 26 de noviembre de 1827 en el hogar de Roberto y Eunice Harmon. La familia incluía un total de ocho hijos, de los cuales los menores eran precisamente Elena y su hermana melliza Elizabeth. La familia vivía en una pequeña hacienda cerca de Gorham, Maine, en la parte nororiental de los Estados Unidos de Norteamérica. Siendo Elena aún muy pequeña, la familia se mudó a la ciudad de Portland, donde el Sr. Harmon se dedicó a los negocios, en tanto que Elena ayudaba tanto en la casa como a su padre en la confección de sombreros. Su infancia y niñez temprana transcurrieron en el ambiente tranquilo y alegre de una armoniosa familia cristiana, como era el hogar de los Harmon. Sin embargo, a la edad de nueve años, un terrible incidente rompió la paz familiar y afectó profundamente a Elena. Cierto día, al volver de la escuela, una niña de más edad le arrojó violentamente a la cara una piedra. Este trágico hecho no sólo le desfiguró completamente el rostro, sino que la tuvo inconsciente durante tres semanas y su salud quedó quebrantada, al punto de impedirle continuar su educación formal. La recuperación de Elena en el hogar de sus padres fue lenta y con altibajos. Sin embargo, el quebrantamiento de su salud no le impidió desarrollar su experiencia espiritual con Dios, pues busco insistentemente a Dios para obtener la seguridad del perdón de los pecados y de la salvación en Cristo.

El 26 de junio de 1842, de acuerdo a su propio pedido, Elena fue bautizada e incorporada como miembro de la Iglesia Metodista. Entre 1840 y 1842, Elena y otros miembros de su familia asistieron a las reuniones adventistas que se celebraron en Portland, y aceptaron los puntos de vista de Guillermo Miller y sus asociados que anunciaban y aguardaban el inminente retorno de Cristo. Elena se dedicó fervientemente a compartir este mensaje entre sus amigos y conocidos, en espera del gran acontecimiento. Cuando llegó y pasó el 22 de octubre de 1844, fecha que había sido establecida correctamente en base a la interpretación de la profecía de Daniel 8:14, pero que los milleritas equivocadamente habían asumido que indicaba el retorno en gloria de Cristo, el chasco fue grande y doloroso. Sin embargo, Elena, así como otros fervientes participantes del movimiento millerita de la primera mitad del siglo XIX, continuaron orando y escudriñando la Palabra de Dios, convencidos de que la mano de Dios y la poderosa obra del Espíritu Santo habían estado presentes en ese gran reavivamiento de la fe en Cristo y en su pronto retorno. Y así llegaron a comprender lo que de otra parte resultaba obvio, pero que para ellos hasta entonces estuvo velado, y era que la profecía de Daniel 8:14 se refería claramente a algo que a partir de aquella fecha comenzaría a ocurrir en el santuario de Dios en el cielo, no en la tierra, y que tenía que ver con el ministerio de Cristo en el santuario celestial. De hecho, llegaron a comprender que la fecha del 22 de octubre de 1844 tiene trascendente significado escatológico y marca el inicio de la fase final y decisiva del ministerio de Cristo en el santuario celestial, al final de la cual vendrá en gloria para la Tierra para llevar consigo a los redimidos al Cielo.

En diciembre de 1844 Elena recibió su primera visión, dada por Dios para fortalecer la fe de los sinceros creyentes que habían participado del movimiento adventista. A pesar de ser sólo una frágil adolescente de 17 años de edad, y de sentirse anonadada por el llamado de Dios a servirle en un controvertido rol profético, Elena fue obediente al llamado divino y comenzó a compartir los mensajes que Dios le daba, fortaleciendo de este modo la fe de los creyentes adventistas en la dirección divina y en la fidelidad de la Palabra de Dios. A lo largo de su ministerio, Elena recibió alrededor de 2000 visiones y sueños proféticos. Cabe entender que el carácter profético de las revelaciones por ella recibidas no tiene que ver exclusiva ni mayoritariamente con predicciones de acontecimientos futuros, aunque ciertamente hay profecía predictiva en sus escritos. Pero son en gran medida revelaciones dadas por Dios para esclarecer o confirmar la comprensión de la doctrina bíblica y para combatir el error, así como mensajes de amonestación y advertencia dirigidos a la iglesia en su conjunto o a miembros individuales en particular, o instrucción en cuanto a la adecuada conducción de los asuntos eclesiásticos y la mejor manera de llevar adelante el cumplimiento de la misión y el ministerio encomendados por Cristo a la Iglesia. Más aún, un amplio segmento de los mensajes transmitidos por ella tiene que ver con orientación sobre asuntos como el estilo de vida saludable, los fundamentos y pautas para un apropiado sistema educativo, y asimismo los principios que norman y garantizan la estabilidad, armonía y bienestar del hogar y la familia.

Algo que impacta no sólo al creyente adventista que lee los escritos de Elena de White, sino incluso al lector informado y ajeno a la fe adventista, es la sobriedad, equilibrio, sensatez, y amplitud de visión que en ellos se manifiesta. La lectura y estudios de sus escritos sobre asuntos educativos han conducido a la implementación de reformas educativas y a la implantación de sistemas educativos que han recibido reconocimiento a nivel internacional. El “estilo de vida adventista” por ella patrocinado (y que lamentablemente muchos adventistas no siguen) ha motivado una serie de estudios científicos, tales como el Adventist Health Study, conducidos por Loma Linda University desde 1960 con apoyo de organismos públicos de la salud y que han llegado a la conclusión de que quienes siguen el estilo de vida adventista viven más años y con mejor salud que el resto de la población.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce la manifestación del don profético en la vida y obra de Elena de White, pero sostiene la autoridad de las Sagradas Escrituras como la norma de fe y de práctica a la cual debe sujetarse toda doctrina de la Iglesia, así como todo aspecto de la vida de la Iglesia y de cada creyente. En uno de sus primeros libros Elena de White misma declaraba: “Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios como regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de ser juzgados.” (Primeros Escritos, Pág. 78). Posición que siempre mantuvo, como que años después escribía: “En su Palabra Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter, nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa.” (El Conflicto de los Siglos, Pág. 9). Ella consideraba su rol como el de llevar la atención hacia las Sagradas Escrituras y ayudar en su comprensión, así como el de ser una “mensajera del Señor” para trasmitir su orientación, consejos y oportunas advertencias a la comunidad de creyentes que mantienen viva en sus mentes y corazones la “bienaventurada esperanza de la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13) y que se preparan para el encuentro definitivo con él.

Fuente: http://unadeca.net/cwhite/index.php/es/article-category/elena-g-white/biografia


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[1] Carta de WCW, 9 de Julio, 1922 [MR, Pág. 931]. Citado en Arthur White, Elena de White: Mujer de Visión (Buenos Aires: ACES, 2003), Pág. 580.

[2] Ver: Arthur L. White, Ellen G. White: A Brief Biography (The Official Ellen G. White Website), Pág. 1. Asimismo: Richard W. Schwarz, and Floyd Greenleaf, Light Bearers: A History of the Seventh-day Adventist Church (Silver Springs, Maryland: General conference of Seventh-day Adventists, Department of Education, 2000), Pág. 356.

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