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domingo, 10 de março de 2019

El Espíritu Santo, la Palabra y la Oración


EL ESPÍRITU SANTO, LA PALABRA Y LA ORACIÓN

LA ORACIÓN QUE PLACE A DIOS
Aunque cubiertas por un manto de piedad, muchas oraciones son guiadas por motivaciones cuestionables. Quizás oremos pidiendo que se salve la vida de una persona únicamente porque no nos gusta vivir solos. O podríamos orar pidiendo éxito en la obra de Dios porque jugamos un papel importante en ella. También puede ser que oremos por la conversión de una persona porque, entonces, nuestra vida será más fácil. A menudo, nuestras oraciones se centran más en lo que nosotros queremos en vez de en lo que Dios desea.
"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho". Juan 15: 7
Buscar primeramente a Dios y disfrutar de su compañía es más importante que cualquier otra cosa que él nos pueda dar. Si Dios está en primer lugar en nuestra vida, deseamos hacer lo que él desea; sus pensamientos moldean nuestros deseos.
Cuando Dios es el centro de la oración, comenzamos a orar desde su perspectiva.
Empezamos a ver nuestra vida entera a través de los ojos de Dios. Esta perspectiva ennoblece la oración.


Dios está profundamente interesado en nosotros. Él anhela ser parte de todos los aspectos de nuestra vida: nuestros temores, preocupaciones, deseos, esperanzas, anhelos, éxitos, alegrías, fracasos; todo. Podemos hablar acerca de estas cosas con él como lo haríamos con un buen amigo. Y lo vemos todo a través de los ojos de él.
La oración no cambia a Dios; nos cambia a nosotros, porque somos llevados ante la presencia de Dios, que transforma vidas.

“Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirlo. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a él” (CC 93; Camino a Cristo, pág 93, E.G. White).

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: PEDIR A DIOS
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá."
Mateo 7: 7, 8.
Pedir en oración revela nuestros deseos y expresa nuestra confianza en Dios. Por medio de la oración, nos acercamos a él, en quien buscamos apoyo y ayuda.
Cuando pedimos algo a Dios, también le damos permiso públicamente para estar activo en nuestro favor. Dios desea que le pidamos. Desea que llevemos a él nuestros pedidos de oración.
"Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá." Marcos 11: 24.
" Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que alcanzamos las peticiones que le hayamos hecho."
1 Juan 5: 14, 15.
"Si en mi corazón hubiese yo mirado á la iniquidad, El Señor no me oiría." Salmos 66:18
Verdaderamente, podemos pedir cualquier cosa a Dios. Ningún pedido es demasiado pequeño o poco importante para él. Ningún pedido es tan grande que Dios no pueda manejarlo. Él es omnipotente. Por fe, podemos reclamar toda promesa de la Biblia y recibir el don prometido de sus manos según su voluntad (2 Cor. 1:20).

Sin embargo, hay algunas condiciones que debemos cumplir a fin de recibir lo que estamos pidiendo. Si no estamos dispuestos a someternos completamente a Dios, y si nuestros pedidos reflejan solamente nuestros deseos egoístas y pecaminosos, Dios no responderá nuestras oraciones (ver Isa. 59:1, 2). Una condición importante para el cumplimiento de nuestras oraciones es que estemos dispuestos a seguir la voluntad de Dios y ser obedientes. “Todos sus dones son prometidos a condición de la obediencia” (PVGM 111, E.G. White). Sabiendo que Dios es generoso, podemos acercarnos confiadamente a él. “El Señor no es glorificado con una súplica débil que muestra que no se espera nada. Él desea que todo creyente se acerque al trono de gracia con fervor y certeza” (RP 286; Recibiréis Poder, pág 286, E.G. White).

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: CREER
"Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá". Marcos 11: 24.

El libro de Hebreos nos dice que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb 11:6). Cuando nos arrodillamos ante Dios y abrimos la Biblia en cualquiera de sus más de tres mil promesas, y luego pedimos a Dios, con la simplicidad de un pequeño niño, que cumpla su promesa en nuestro favor, debemos creer que él hará, a su tiempo, lo que es mejor para nosotros.
"Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante á la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte á otra.
No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor.
El hombre de doblado ánimo es inconstante en todos sus caminos"
.
Santiago 1:6-8.
Si venimos a Dios, debemos creer que Él existe y que recompensará a todo aquel que lo busca. La oración efectiva debe estar acompañada por fe, no solamente en que Dios puede responder, sino también en que lo hará, según su divina voluntad.
En la Biblia, la fe está relacionada con la confianza. Podemos confiar en alguien solamente cuando sabemos que la otra persona es confiable. Cuando tenemos dudas de que Dios cumplirá sus promesas, vacilamos y no podemos esperar recibir algo de él. Pero, creer significa fiarnos de la promesa de Dios. Significa que dependemos de Dios y de sus promesas, aun cuando nuestros sentimientos nos dicen lo contrario. Pues “la fe [es] la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb. 11:1). La fe se aferra de las promesas de Dios porque confiamos en lo que él ha dicho (Heb 11:11). La fe sabe que “es imposible que Dios mienta” (Heb 6:18). "Dios es el mismo ayer, hoy y eternamente" (Heb 13:8 RV/King James); tal como lo es Su carácter así como también es Su ley del Decálogo, que es un reflejo de Su carácter, por más que los hombres a través de los siglos, instigados por Satanás se hayan esforzado en intentar cambiarlos, Sus 10 mandamientos son inmutables y eternos, por ello es que también en los cielos nuevos y en la Tierra Nueva Su pueblo de todas las épocas continuará adorando a Dios como lo ha hecho aquí en esta tierra: "Y será que de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrá toda carne á adorar delante de mí, dijo Jehová"Isaías 66:23 RV1960. La fe sabe que, "para Dios, nada es imposible" (Luc. 1:37 ).

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: RECLAMAR LAS PROMESAS DE DIOS
Toda fe es inútil si no reclamamos las cosas por las cuales hemos orado.
"Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme á su voluntad, él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pedimos, sabemos que alcanzamos las peticiones que le hicimos"
.
1 Juan 5:14,15.
El tercer aspecto de la oración bíblica es la recepción. Después de pedir a Dios y creer en sus promesas, debemos reclamar lo que él ha prometido. Reclamamos las promesas de Dios cuando le agradecemos por lo recibido. De ese modo, las promesas son aplicadas a nuestro corazón. Elena de White dice que “podemos pedir [...] cualquier don que él haya prometido; luego tenemos que creer para recibir y dar gracias a Dios por lo que hemos recibido” (Ed 233; Educación, pág 233).

En Lucas 8:11, Jesús compara la Palabra de Dios con una semilla. Del mismo modo en que el manzano entero está contenido en una semilla de manzana, el don de Dios está contenido en sus promesas. Cuando reclamamos una promesa y agradecemos a Dios por recibirla, ya poseemos el don que él ha prometido.
Recibimos el don prometido por fe aun antes de poder sentirlo ni verlo.
El ejemplo de la resurrección de Lázaro en Juan 11 ilustra que Jesús oró de esta manera. Jesús sabía exactamente cuál era la voluntad de Dios en esta situación. Juan 11:11 nos dice que estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios y que fue obediente. En Juan 11:39 al 41, leemos que, por adelantado, Jesús agradeció al Padre por la resurrección de Lázaro, aun cuando Lázaro todavía estaba en la tumba. Cuando Jesús hubo agradecido a Dios, recibió el cumplimiento de su pedido. Como hijos de Dios, debemos vivir basados en las promesas de Dios, no en sus explicaciones. Aun cuando no podamos explicarlo todo, podemos confiar en sus promesas.
“El Señor dice: ‘Invócame en el día de la angustia’ (Sal. 50:15). Él nos invita a presentarle lo que nos tiene perplejos y lo que hemos menester, y nuestra necesidad de la ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como las dificultades surgen, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones.

ORAR POR EL ESPÍRITU SANTO
"para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;" Efesios 3: 16.
"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo". Hechos 2:38.
Hay muchas cosas por las cuales podemos orar, pero hay una gran necesidad en estos tiempos peligrosos en los que vivimos: es el don del Espíritu Santo. Este es el mayor don que Jesús podría dar. Al otorgar al Espíritu Santo, Dios no podría haber dado más a su pueblo. No hay nada que pueda añadirse a este don. (Después de todo, ¿qué se puede añadir a la Deidad misma?) Por medio del Espíritu Santo y de su obra en nuestra vida, todas nuestras necesidades son suplidas. La bendición del Espíritu Santo traerá consigo todas las otras bendiciones.
Hay, sin embargo, un obstáculo importante: nosotros mismos. A menudo, no estamos preparados para recibir al Espíritu Santo.
Como en los días de la iglesia del Nuevo Testamento, debemos percatarnos de que, primero, necesitamos arrepentirnos y entregar nuestra vida por completo a Jesús.
Sin embargo, cuando respondemos a sus impresiones, arrepentirnos de nuestro pecado es la primicia de la obra del Espíritu en nuestra vida. En humildad y fe, tenemos que confesar nuestros pecados para que él pueda limpiarnos de toda injusticia. Debemos entender cuán caídos estamos, y cuánto necesitamos a Dios y su gracia en nuestra vida. Sin él, estamos perdidos, muertos en nuestros pecados y condenados a la perdición eterna.
Por ello, en oración ferviente, cumpliremos las condiciones sobre las cuales Dios ha prometido darnos su Espíritu Santo. Entonces, todo lo que tenemos que hacer es pedir a Dios, y él gustosamente nos dará su Espíritu. “El Padre celestial está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos” (RP 286; Recibiréis Poder, pág 286, E.G. White).
Al igual que otras cosas espirituales, el don del Espíritu Santo nunca es un fin en sí mismo. El Espíritu es otorgado para elevar a Jesús, reproducir el carácter de Cristo en nuestra vida y habilitarnos para servir a otros en la edificación del cuerpo de Cristo, la iglesia. Por ello, cualquier práctica de adoración, pública o privada, que eleve al Espíritu por sobre Jesucristo está errada. Pues es por medio de Jesús que “tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efe. 2:18).

FINAL
Sin oración, no tendríamos conexión vital con Dios. Nos convertiríamos en vasos vacíos, que podrían tener “apariencia de piedad”, pero negarían la eficacia del poder y la promesa de dones de lo Alto. Sin duda, leyendo a través de Su Palabra escrita hemos de recibir maravillosas promesas que nos hablan de cómo responde Dios nuestras oraciones. Pero ¿qué sucede con los momentos en que no recibimos lo que pedimos, aun cuando hemos hecho todo de nuestra parte para cumplir con los requerimientos divinos? 

“No os desaniméis si parece que vuestras oraciones no obtienen una respuesta inmediata. El Señor ve que la oración está mezclada a menudo con mundanalidad. Los hombres oran por aquello que satisfará sus deseos egoístas, y el Señor no cumple sus pedidos en la manera en que ellos esperan. Los pone a prueba, los lleva a través de humillaciones hasta que vean más claramente cuáles son sus necesidades. No da a los hombres aquellas cosas que complacerán un apetito pervertido y que resultarán en perjuicio del agente humano, llevándolo a deshonrar a Dios. No da a los hombres aquello que complacerá su ambición y obrará simplemente la autoexaltación. Cuando acudimos a Dios, debemos estar dispuestos a someternos y a estar contritos de corazón, subordinándolo todo a su santa voluntad” (ELC 91; En Los Lugares Celestiales, pág 91, Ellen G. White).

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