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sábado, 25 de março de 2017

Lección 12: "La Obra del Espíritu Santo" - para el 25/03/17



LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO 

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).
Cuando Jesús anunció a los discípulos que iría al Padre, prometió enviarles al Espíritu Santo (Juan 14:26 ).

Según Jesús, el Espíritu Santo es un parakletos; es decir, un “ayudador”, o “consolador”, o un “abogado” que intercede por nosotros. Al mismo tiempo, Jesús también anunció la obra que este abogado llevaría a cabo: Él “convencerá” al mundo con respecto al pecado, la justicia y el juicio (Juan 16:8).

Estudiaremos con más detalle esta obra específica del Espíritu Santo, y cómo está relacionada con otros dos aspectos importantes de su ministerio en nuestro favor: nuestra seguridad de la salvación y la gloriosa esperanza que impulsa nuestra vida como discípulos de Jesucristo.

CONVENCER DE PECADO
Lee Juan 16:8 y 9 . ¿Qué obra crucial hace por nosotros el Espíritu Santo, y por qué es tan importante?
Jesús llama parakletos al Espíritu Santo, una palabra rica en significado, y que transmite la idea de ayudador, abogado y consolador.

Lee Romanos 2:1 y Mateo 7:3. ¿Qué mensaje debemos extraer de estos versículos?
Somos testigos de Dios, no acusadores de parte de Dios. Somos llamados a ser testigos del poder redentor de Dios, no a condenar a otros por sus equivocaciones. Al intentar convencer a los demás de sus pecados, asumimos un papel que no nos pertenece; esa es obra del Espíritu Santo.
Es el Consolador, no nosotros, el que “convencerá” (Juan 16:8) al mundo de lo que el pecado realmente es. En general, las personas que no han entregado su vida a Jesús no tienen una comprensión real de lo que el pecado verdaderamente es y de cuán destructivo puede llegar a ser.

El problema fundamental de todo pecado es que no creemos en Jesús y, por ende, rechazamos al único que puede salvarnos de nuestro pecado y culpabilidad. Este es el pecado que coloca al yo en el centro de las cosas y rehúsa creer en la Palabra de Dios. Solamente el Espíritu Santo puede abrir nuestro corazón y nuestra mente a la gran necesidad que tenemos de arrepentimiento y de la redención que nos es ofrecida por medio de la muerte de Cristo por nosotros.


LA NECESIDAD DE JUSTICIA
Juan 16:8 dice que el Espíritu Santo convencerá al mundo no solamente de pecado, sino también de justicia. En otras palabras, el mundo, que no sabe lo que realmente es el pecado, tampoco sabe lo que realmente es la justicia.
Las personas no convertidas piensan que la moralidad externa es suficiente. No desean la justicia de Dios, sino la suya propia. Desean una justicia que provenga de sus propios actos externos, tales como la obediencia a la Ley de Dios. No obstante, nuestros actos de obediencia a la Ley nunca pueden justificarnos ante Dios.

En Isaías 64:6 ( CB ) , el profeta describe los actos de justicia propia, del pueblo de su época, como “trapos de inmundicia”. Aun nuestra mejor justicia autopercibida con motivos religiosos es, de hecho, lo opuesto: injusticia.
Sin embargo, la justicia de Jesús es suficiente para nosotros. Cumple con todos los requisitos de la Ley de Dios. Es acepta para Dios el Padre y podemos reclamarla para nosotros por fe solo en Jesucristo.

Lee Romanos 5:10 ( CB ) ; y Hebreos 4:15 y 16 ( CB ) . ¿De qué manera se relaciona nuestra justicia con el ministerio viviente de Cristo en la presencia del Padre en el cielo?
La justicia que demanda la Ley se cumple en la vida perfecta de Jesús. Él murió por nosotros. Aunque fue rechazado por aquellos que le dieron muerte aquí en la Tierra, fue recibido por el Padre en el cielo. Mediante la resurrección, Dios el Padre colocó el sello de aprobación sobre la vida y la obra redentora de Jesús. Ahora, Jesús vive para interceder por nosotros (Heb. 4:15, 16 ( CB ) ) y deposita en nuestro favor los méritos de su muerte, porque nosotros no tenemos la justicia necesaria para la salvación.
De ese modo, podemos vivir porque él vive en nosotros. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20 ( CB ) ). Cuando Jesús vive en nosotros, caminamos por el Espíritu (Rom. 8:4 ( CB ) ) y recibimos una nueva vida espiritual por el poder del Espíritu (comparar con Gál. 3:2-5 ( CB ) 5:16, 18 ( CB ) ).



CONVENCIMIENTO DE JUICIO

Lee Juan 16:8 y 11 ( CB ) . ¿A qué juicio se está refiriendo Jesús? ¿Por qué este juicio es una buena noticia?

El lenguaje indica que el Señor no está hablando del Juicio venidero, como lo hizo en Juan 12:48. Más bien, el aspecto del juicio al que se refiere aquí Jesús es la buena nueva de que Satanás ya ha sido juzgado en el Calvario. El diablo, el gran enemigo de la verdad, ahora está viviendo con tiempo prestado. El Juicio vendrá, pero el foco aquí está puesto en la certeza de que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado (Juan 12:31 ( CB ) )

Lee 1 Pedro 5:8 y 9 ( CB ) . ¿Cómo describe Pedro a Satanás? ¿De qué manera podemos resistirlo?

El diablo, aun sabiendo que su tiempo es corto y que ha sido derrotado fatalmente en el Calvario, todavía está vivo. Y está furioso, intentando devorar al mayor número posible de personas. Sin embargo, es un enemigo vencido. Jesús ha obtenido la victoria. La sangre de Jesús nos hace libres.

Satanás sabe que fue derrotado contundentemente en la Cruz, pero sigue peleando testarudamente e intenta devorar a todos los que pueda. En estos tiempos difíciles, somos llamados a ser sobrios y velar, y a echar todas nuestras ansiedades sobre Jesús, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Ped. 5:7, 8 ( CB ) ).


SEGURIDAD DE SALVACIÓN
Lee 1 Juan 5:12 y 13 ( CB ) ; Romanos 8:15 al 17 ( CB ) ; y 2 Corintios 5:5 ( CB ) . Una vez que hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, ¿por qué podemos tener la seguridad de la vida eterna? ¿Cuál es la base de esta seguridad?

El Espíritu Santo es el que guía a los pecadores a Jesús. La muerte sustitutiva de Jesús nos ha reconciliado con Dios. El perdón de Jesús nos libera para vivir una nueva vida como hijos adoptivos de Dios. Ya no somos enemigos de Dios (Rom. 5:10), sino que caminamos según el Espíritu (8:4) y ponemos nuestros pensamientos en las cosas del Espíritu (vers. 5). Si no tuviéramos al Espíritu de Cristo, no seríamos sus hijos y no perteneceríamos a él (vers. 9). Pero, ahora tenemos el testimonio interno del Espíritu Santo, que mora en nosotros. Él nos testifica que pertenecemos a Jesús, y que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo (vers. 17). La misma vida poderosa que levantó a Jesús de entre los muertos está ahora activa en nosotros y, aunque antes estábamos muertos espiritualmente, nos da vida (vers. 10). Más aún, el Espíritu Santo también sella en nuestro corazón la seguridad de que, verdaderamente, pertenecemos a Dios. Habiendo oído y creído el evangelio de nuestra salvación, fuimos sellados en Jesús con el Espíritu Santo, que es otorgado como “garantía de nuestra herencia” (Efe. 1:13, 14; BA). Cada creyente puede tener esta seguridad (1 Juan 5:12, 13).

Lee Efesios 1:13 y 14 ( CB ) . ¿Qué significa estar sellados con el Espíritu?
Aquellos que aceptan a Cristo son nacidos de nuevo; es decir, nacidos “del Espíritu” (Juan 3:3, 5). El Espíritu Santo sella este hecho en nuestro corazón para que podamos tener la seguridad de que estamos salvos y experimentar así el gozo que proviene de ser un hijo de Dios. El Espíritu Santo nos identifica como pertenecientes a Cristo. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rom. 8:9). Ahora tenemos un entendimiento de que Dios es nuestro Padre amante y que nosotros somos sus queridos hijos. El Espíritu Santo es el adelanto, el depósito o la garantía del don final de la vida eterna y la inmortalidad que nos será dada en la segunda venida de Jesús (1 Cor. 15:51-54 ( CB ) ). Esta es la marca distintiva de la fe auténtica. Es difícil que encontremos a un cristiano que pueda testificar con poder convincente sin tener esta seguridad.

“Hablemos de la fe, de la esperanza, del valor, y difundiremos luz por todas partes. Sigamos pensando en la puerta abierta que Cristo ha colocado ante nosotros y que ningún hombre puede cerrar. Dios cerrará la puerta a todo mal, si le damos la oportunidad. Cuando el enemigo llega como inundación, el Espíritu del Señor levantará para nosotros un baluarte contra él” (RH, 16 de abril de 1889).

                                  Autor de esta lección explica en 3 min
                       la Certeza de la Salvación que debemos experimentar



EL ESPÍRITU SANTO Y LA ESPERANZA
Lee Romanos 5:4 y 5 Romanos 5:4 y 5 ( CB ) , y 15:13 ( CB ) ; y 1 Corintios 13:13 ( CB ) . ¿De qué forma están relacionados el amor y la esperanza? ¿En qué sentido es fundamental el Espíritu Santo para darnos amor y esperanza?

El Espíritu Santo es el que ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón.
El amor incólume e inmutable de Dios es la razón y el fundamento de nuestra esperanza. Sin amor, no habría esperanza. Solamente el amor genera esperanza.
Debido a que el amor de Dios está combinado con su fidelidad, tenemos la esperanza maravillosa de que él vendrá otra vez y nos llevará a su Morada celestial.

Lee Salmo 31:24 ( CB ) . ¿Qué efectos tiene la esperanza en nosotros?

La esperanza inspira. La esperanza da nuevas fuerzas, y nos permite cantar y estar gozosos. La esperanza es esencial para la vida. Sin esperanza, ¿cuál es el propósito de la vida?
La esperanza no es un optimismo ciego. Más bien, está fundamentada en la fidelidad de Dios y en las promesas que él ha hecho. La esperanza cree que Dios cumplirá lo que ha dicho, porque es fiel y verdadero. Dios ha probado ser digno de confianza, y no cambia. Su inmutabilidad y su verdad son el fundamento de nuestra esperanza.
Sin duda, también, el fundamento de nuestra esperanza se encuentra en Jesús y en la Cruz. No es posible ver la realidad del amor de Dios por nosotros de un modo más poderoso que cuando miramos a la Cruz. Esta, que significa la muerte de Jesús por nuestros pecados, nos da a nosotros y al universo una revelación sin igual de cómo es verdaderamente nuestro Dios. Por lo tanto, siendo seres caídos y temporales en un vasto e inmenso cosmos, podemos encontrar esperanza, no en nosotros o en cualquier cosa “grandiosa” que podamos lograr, sino en nuestro Dios, un Dios que se ha revelado a nosotros en la Cruz.

¿De qué manera la esperanza del advenimiento está fundamentada en las promesas fieles de Dios?

  
Revisión de la Lección 12 "La Obra del Espíritu Santo" en video:


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